Si los siglos de Historia que pesan sobre los aragoneses no hubieran modelado su conciencia con trazos de sensatez y de bien hacer, a estas horas ya hubiéramos emprendido una cruzada contra nuestros vecinos orientales. Y sin embargo, no existe tal propósito ni, evidentemente, existirá, ya que nuestro sentido de la justicia nos veta responder a una agresión con otra agresión o tomar como propio aquello que es patrimonio ajeno.
Porque agresiones y no leves fueron las protagonizadas por unos adelantados de huestes guerreras que reventaron a tiros los añejos toneles de las bodegas rurales, saquearon sus despensas y expoliaron iglesias y ermitas so pretexto de sofocar una rebelión armada.
Porque apropiación es retener obras de arte propiedad de las diócesis aragonesas exhibidas muchas de ellas en museos catalanes y ningunear a la vez las sentencias judiciales que disponen su restitución a los legítimos dueños.
Y apropiación es rebautizar con el nombre de Pere III al monarca Aragonés Pedro III que nunca fue como tal Rey de Cataluña, sino Señor de vasallos catalanes, así como también hay apropiación en la obstinada terquedad de oponerse al traslado del Archivo de la Corona de Aragón.
Recientemente una señal más de esta vocación aprehensiva la ha ofrecido el Alcalde de Barcelona reclamando para su Ciudad la organización del evento olímpico que Aragón viene promocionando desde muchos años atrás.
Pese a todo lo anterior, y cuando se hizo necesario llevar agua al Campo de Tarragona para favorecer su desarrollo industrial, se sangró el río Ebro. Cuando hubo de abastecer de agua a Barcelona para saciar la angustiosa sed de sus vecinos se construyó una tubería contando que por ella circulara el agua del Ebro y cuando una veintena de pueblos carece de agua que llevarse a la boca, el gobierno aragonés da un paso al frente y solidariamente accede bajo condiciones a socorrer eventualmente esta carencia.
Y aún es de añadir que con la complicidad de gente nuestra, la enseñanza gramatical de la lengua catalana pronto será normativa en aquellas escuelas del territorio aragonés donde los niños maman de sus madres lenguas más antiguas que la lengua catalana, si bien y a resultas de una Ley de Lenguas fruto de conveniencias políticas, no tardarán mucho en ser olvidadas. Paradójicamente y quizá como muestra de cinismo político, el mismo partido que decidió parlamentariamente la vigencia de esa Ley, ahora se rasga las vestiduras oponiéndose a la cesión solidaria y temporal de pequeños caudales de agua alegando defender así un recurso que nos pertenece.
Apropiación de lenguas y de legajos históricos, expolio de obras de arte, manipulación de la Historia común, sangría de los ríos, etcétera. Que nadie se llame a engaño si algún día la voracidad prensil de nuestros vecinos se propone rebañar esa porción del territorio aragonés en vías de catalanización lingüística ya incluida en el mapa “deis paisos Catalans” con el beneplácito de algún partido de aquí que tanto gusta chuflar con aires de sardana.
Basta, pues, de hacer el canelo y de contemporizaciones frente a tanto despropósito prodigado por nuestros vecinos catalanes que, según su habitual proceder y hasta que se les diga “prou”, seguirán dando vuelta tras vuelta a la tuerca de nuestra razón y paciencia y comencemos de una vez por todas y desde la Presidencia del Gobierno Autónomo la andadura de ser consecuentes con el respeto que merecemos y con las vehemencias de quienes residimos en Aragón y amamos lo nuestro y con las de esos otros millares de aragoneses residentes o ya no en Cataluña -entre los que me puedo contar- cuya inteligente y leal laboriosidad contribuyó y todavía contribuye al engrandecimiento de la Comunidad catalana.
Mariano RAMÓN