El problema de fondo del Litigio es que unos pocos catalanes no dan más de sí. Nadie pone en duda que lo que hizo Meseguer, no solo fue legítimo sino una obligación, exigencia de su condición de administrador de la diócesis de Lérida. Este hombre, culto y responsable, cumplió con su misión, y porque salvó piezas de pueblos aragoneses hoy no están perdidas. Esta legitimidad no se pone en duda desde Aragón que reconoce su gestión. Otra cosa es afirmar que Meseguer hiciera el trabajo que hizo con la idea de crear una colección para los catalanes. Es una fantasía obsesiva de una mínima parte de estos. Ahora, la Juez les acaba de decir que eso de que la intervención restauradora en las obras, haya sido hecha como consecuencia, y, a su vez, sea prueba de una condición de propiedad, nada de nada. Es obligación, les ha dicho, de quien debe proteger una propiedad que le ha sido confiada, y no al revés. Y viene a añadir: que no hay ley, por muy catalana que sea, incluida la del Patrimonio Catalán, que les permita expropiar, como de hecho están haciendo con la Diócesis de Barbastro.La realidad es que el desarrollo del conflicto ha llegado a ese punto en que ya no tienen apoyatura para hacer valer el asunto de la propiedad. Consecuentemente media docena de gestores desorientados se obstinan, con no más fundamento que el antojo, en decir que las piezas de Lérida constituyen una unidad. Una unidad en un museo es un juego de vajilla de Sevres, o de Bandaliés; un conjunto de muebles de una habitación, por ejemplo, un comedor estilo Luis XV, o de la cocina de no sé que pueblo de los Pirineos, un apostolado de Zurbarán o del Greco, los tapices de la Seo, y el Archivo de la Corona de Aragón… pero que sean una unidad, pongamos por caso, los utensilios y cacharros, muebles y piezas de arte que han podido adquirir Montilla o Carod Rovira para sus mansiones, por el solo hecho de que se le haya antojado a un exótico personaje de la desorientada política catalana o a todo un parlamento, es algo así como si les da por declarar solemnemente que todos los catalanes proceden de la Moreneta. Ni tendría pies ni cabeza tal declaración dogmática, ni lo pueden hacer a no ser desde la concepción de oráculo tribal que hoy se quiere dar a alguno de los parlamentos autonómicos de este país. Aunque los agraciados gocen de inmunidad parlamentaria, desgraciadamente no les inherente la ciencia infusa, y la práctica dice que se entusiasman más en sacar adelante aquellas leyes de las que pueden servirse mejor.En la vecina región (terminología de la Unión Europea) contamos con precedentes rocambolescos como el de ese catalán descerebrado que en octubre de 1934 proclamó la república catalana, simplemente porque en nombre de la democracia le pasó por la entrepierna. La consecuencia de tan irresponsable declaración fue aumentar el caos de la II República en que estaba hundida España.Las piezas que posee un museo por el hecho de que están en él no son una colección unitaria, a no ser que Frick, Morgan, Isabella Steward, Thyssen y Tita Cervera… la constituyeran como tal y, además, inescindible; o que sea un conjunto homogéneo como lo sería el de cascos de bombero, relojes, orinales, o barretinas… acumuladas para demostrar una peculiar relación entre ellas. Otra cosa es que todo el arte románico que está en el MNAC constituya un conjunto muy especial que debe tratar de cuidarse íntegramente. Pero si un día sus gestores tienen que vender una pieza porque el museo necesita salir a flote, pasarán de conjunto y se olvidaran de cualquier apreciación de unidad.El fondo de este conflicto, que a estas alturas tiene que avergonzar a los catalanes sensatos, es esa bacteria infecciosa que son los independistas y sus partenaires ad casum. Si algo les caracteriza es el aborricamiento del que sin pudor hacen gala, y con reiteración ha puesto en evidencia a lo largo de su peculiar gestión, el Consejero de Cultura Tresserras, profesor de universidad. Este individuo con su precariedad conceptual, su ignorancia de la historia, y su discriminatorio uso de las leyes, con dificultad supera las cotas de analfabetismo, tal como lo define la UNESCO. De su bagaje forma parte el haber oído hablar de “unidad” y no llegar a captar qué es eso. Lo mejor que podría hacer es, en vez de la señera, elegir como pin un borrico, como no pocos catalanes, sin exagerar la cantidad, desde diferentes puntos de vista identitarios, lo han constituido en emblema.
ANTONIO NAVAL MAS, es Profesor de Universidad, en la Facultad de Letras de la UCLM, donde imparte las asignaturas de Historia del Arte en la Epoca Moderna, e Historia de la Ciudad y del Urbanismo, con particular enfoque a la conservación de centros históricos y patrimonio arquitectónico.