Constantino Castells es d’Areny de Noguera, un pueblo de La Ribagorza situado junto a la carretera que sube de Lérida al valle de Arán. Un día a la semana, carga su furgoneta C15 de toda clase de alimentos y se va a venderlos a los pueblos más perdidos de la comarca. “Soy una especie de oenegé”, explica. “Mi clientela es gente mayor que no puede apenas salir de sus casas para ir de compras a los pueblos con tiendas”, añade.
Lleva haciendo lo mismo desde 1981 y está convencido de que no le sale a cuenta, entre el peligro de las malas carreteras y el precio del gasóleo. “El enemigo de esta tierra es la despoblación y hay que hacer todo lo posible para que no desaparezcan los habitantes”, subraya.
Con todo, Castells ha visto cambios positivos en Castanesa. “Hace doce años o así se asfaltaron las pistas de montaña y, poco a poco, se han ido instalando servicios que antaño no había, desde restaurantes a viviendas rurales”, afirma.
Otro gran avance ha sido que la Administración costea un medio de transporte para ir al médico. Y las subvenciones de la Unión Europea que reciben los ganaderos permiten que estos obtengan unos ingresos dignos. “Ayudar a la gente de estos pueblos es ayudar al entorno, pues sin la presencia del hombre estos sitios se degradarían y dejarían de ser habitables”, asegura.