Rafael Bardají. Periodista
Es lo que tiene el lenguaje, que de tan políticamente correcto se consiguen reacciones hilarantes por lo ridículo de los términos. Algo así ha sucedido con la ley de lenguas aprobada por las Cortes de Aragón, que, en uno de los casos y para evitar el término catalán, ha preferido optar por el eufemismo ‘lengua aragonesa propia del área oriental’, cuyas siglas se leen Lapao. Curiosamente, el lapao es un dialecto chino. Por carambola, es posible que logremos repercusión internacional si sabemos sacarle partido al vocablo y, de paso, obtener una tajada del pujante mercado de turistas asiáticos. Al fin y al cabo, por una chapuza en un eccehomo pintado en Borja se ha logrado una difusión mayor que con cualquier campaña. Porque la ley de lenguas no deja de ser una chapuza y una incongruencia. PP y PAR apoyaron en 1999 la ley del patrimonio que reconocía como lenguas propias el catalán y el aragonés. Advierto en el texto aprobado esta semana una gran dosis de miedo por reconocer, proteger e impulsar un acervo cultural que nos enriquece. Ya lo hizo el PP con sus bocanadas en 2009 cuando ridiculizaba a quienes apoyaban la ley ahora derogada y que fue suscrita por PSOE, CHA e IU. En unas cuñas de radio, un taxista se dirigía al cliente en catalán en la calle Alfonso de Zaragoza, cuando en ningún momento la cooficialidad afectaba a territorios que no fueran de la Franja Oriental. Un joven estudiante de ESO de Fraga me confesaba hace unos días el desprecio que, en muchas ocasiones, siente de otros aragoneses al expresarse en su lengua materna. Es cierto que un habitante de Arén, a una moza, la llamará ‘chiqueta’, igual que un valenciano. Y en El Vallés, ‘noia’. Mientras en las autopistas tarraconenses se lee ‘sortida’, en las de Valencia aparece ‘aixida’, la misma expresión que en el Baix Cinca. En Menorca no se emplea ‘ampolla’ para referirse a la botella, sino ‘botil’, que viene de ‘bottle’, por herencia de la ocupación británica. Pero junto a estas singularidades, las gentes de Fraga, Valderrobres, Bonansa, Mahón, Tortosa, Vinaroz, Denia o del Ampurdán son capaces, todas ellas, de entenderse. Hay miedo a que se identifique lengua con territorio y he de reconocer que en gran parte se debe al interés expansionista de sectores catalanistas.
Publicat per Heraldo de Aragon, edicio de paper, dissabte dia 11 de maig 2013