Ante un mercado completamente saturado de vinos con infinidad de tipologías y procedencias, el productor lo tiene cada vez más difícil para diferenciarse, aunque al final la única vía válida pasa por que el resultado final sobresalga en calidad y autenticidad. En los últimos años han nacido un buen número de bodegas y ahora, tanto los de siempre como los recién llegados, se las ven para encontrar estrategias de marketing capaces de despertar el interés de los prescriptores y de los consumidores finales.
Por todo esto, cuando lees en la presentación de la nueva bodega Castell d’Encus, que el nacimiento del proyecto se debe en buena medida a la búsqueda del enólogo Raül Bobet de terrenos que pudieran menguar los efectos a la vid del cambio climático en el área de los Pirineos leridanos, de que el lugar donde están ubicados los viñedos posee una belleza excepcional, de que la viticultura está dentro de los parámetros de la agricultura orgánica… el tema puede oler a marketing oportunista. Hay dos cosas que nos alejan de esta idea y que nos situan ante un excelente proyecto vitivinícola. Por un lado conocer la trayectoria de Bobet, durante muchos años vinculado a las bodegas Miguel Torres y socio de Sergi Ferrer-Salat en este otro proyecto que es Ferrer-Bobet, convertido ya en una gran realidad dentro de la DOC Priorat, quien además ha tenido la oportunidad de elaborar muchos tipos de vinos en diferentes países. Y por otro lado conocer con detalle las singularidades de este proyecto que acaba de dar sus primeros frutos en forma de vino. Castell d’Encus nace con la inquietud de Raül por encontrar terrenos que den vinos más frescos, pero sin sacrificar una adecuada madurez fenólica de las uvas. Por otra parte también se trata una historia de la atracción que siente Bobet por la zona del Pallars Jussà. Allí encontró lo que perseguía: una maravillosa finca que combina elementos como la altitud (900-1000 metros), el tipo de suelos, una buena orientación, dentro de un conjunto histórico de una ermita románica y unos lagares de fermentación elaborados en la roca y que funcionan por gravedad, fruto de un pasado vinícola que se remonta al siglo XII, cuando la finca la ocupaban los monjes hospitalarios. El enclave transmite mucha fuerza debido a su orografía, composición del terreno y a su historia. El respeto de Raül Bobet por el medio ambiente y su pleno convencimiento de equilibrios entre todos los componentes de la viña, hacen que tenga interés en la biodinámica, aunque precisa que no cree sin embargo en su aplicación, sin pasar por un filtro del conocimiento del territorio (clima, flora, insectos, etc.) y por lo tanto buscar las mejores simbiosis que permitan tener unas plantas y uvas sanas. Bobet no quiere hacer pasar el marketing por encima del conocimiento, observación y la necesaria paciencia para comprender las especificidades de los microclimas. La propiedad tiene una superficie de 95 hectáreas, de las que una parte importante son bosques. En la actualidad 23 hectáreas han sido plantadas en alta densidad con las castas riesling, albariño, sauvignon blanc, sémillon, pinot noir, syrah, cabernet sauvignon, cabernet franc, merlot y petit verdot. Toda la plantación se ha hecho empleando portainjertos y clones de bajo rendimiento. No se emplea ningún herbicida, insecticida ni fungicida, a excepción de aquellos permitidos en la agricultura orgánica, aunque en el etiquetado no aparece esta clasificación. En Castell d’Encus solamente se utilizan las uvas de la propia finca. En este sentido en estos momentos acaban de lanzar al mercado dos vinos blancos: Taleia (sauvignon blanc y sémillon) y Ekam (riesling y albariño). Más tarde saldrá al mercado un vino dulce de vendimia tardía de sémillon. El año que viene también saldrán al mercado un pinot noir, un syrah y un ensamblaje bordelés. La bodega será la primera en utilizar en la totalidad de su proceso de transferencia de calor frío la energía geotérmica, mediante la utilización de cuatro kilómetros de tubería subterranea, en un esfuerzo por menguar el gasto energético y por lo tanto el impacto medio ambiental. Toda la instalación funciona por gravedad. El pequeño volumen de los tanques de fermentación permite hacer una buena separación de los diferentes lotes y una parte importante del mosto obtenido con las uvas tintas fermenta en los lagares de piedra.