Canciones desde la torre de Manel
La banda catalana Manel ofreció un concierto el viernes en el castillo de Viacamp.
A una altitud de 860 metros, a los pies de la torre que configuró en 1060 el primigenio castillo de Viacamp, Manel, ese grupo de iluminados galácticos del siglo XXI, enterró para siempre el glotónimo creado por los estirados gobernantes aragoneses de esa derecha que confunde un golpe de Estado con un manotazo y que fue conocido popularmente con el acrónimo Lapao (lengua aragonesa propia del área oriental).
Manel, de Barcelona, cantó y habló el viernes en catalán en el fronterizo Aragón oriental, y no tembló el misterio, ni la mencionada torre, ni el paisaje prepirenaico, ni la sierra del Montsec, cordillera calcárea por la que se puede (es un decir) ir caminando desde Huesca a Lleida. Cantó Manel “tres portes tinc a ca meva, obertes a tots el vents: la que está oberta per tu, l’altra per la bona gent…”, estribillo prestado por una pieza de Maria del Mar Bonet, emparentado, sin duda, con la vieja canción de Jaume Sisa que nos decía que su casa era nuestra casa, si es que hay casas de alguien.
Y la buena gente que subió hasta el castillo-torre para escuchar a Manel, transitando un camino empinado que hizo pensar a algunos que eso de la naturaleza está bien, pero podía estar más cerca, disfrutó como duendes en la montaña, en la que fue la segunda propuesta de la homónima edición del festival Sonna.
La oferta sonora de Manel es, se sabe, una gozosa exqueixada de folclore reformulado, retazos de funk, rock, verbena pasada por los cables de la electrónica y otras especias sonoras, con unos textos que explican lo cotidiano a través de lo que podríamos llamar poesía de la loca experiencia gozosa. El imaginario de Manel, como el de sus abuelos musicales, está poblado por imágenes que, capturadas en la Tierra, trasladan al oyente a un universo estrellado en el que se baila calipso e incluso trap aderezado con reguetón.
En Viacamp adaptó su directo al espacio (distinto del de un gran festival al que el grupo está acostumbrado) y logró una simbiosis casi perfecta. Lo hizo, sin dejar de lado su faceta más gamberra y teatral, a través de un repertorio que fue desde ‘Formigues’ a ‘Benvolgut‘, pasando por ‘Aquí tens el meu braç’; ‘Captatio benevolentiae’; ‘Boomerang’; ‘La jungla’, ‘Jo competeixo’; ‘La cançó del soldadet’; ‘Ai, Dolors’; ‘Tipus suite’; ‘Sabotatge’; ‘Boy band’; la mencionada ‘Per la bona gent’; ‘Teresa Rampell’; ‘Al mar!’… Lástima que no cantase ‘Amb un ramo de clamídies’ y ‘El Vell músic’, pero no se toca para contentar al crítico sino para conquistar el público.