Escuelas en el bosque: crecer aprendiendo entre pinos y rocas

informa: ecoportal.net

España se apunta a las bosque escuelas. En Alemania hay 1.000 escuelas en el bosque, en Escandinavia 200. Aquí funcionan en Madrid, Valencia y Mallorca. Están a punto de abrir en Asturias, Galicia y País Vasco. Saltamontes, el grupo de juego en la sierra madrileña, es pionera. Cada día 15 niños de 3 a 6 años y tres educadores pasan 4 horas en el bosque. Con el juego forman “niños conscientes de sí mismos, de los demás y del entorno”.

Este rincón de la sierra madrileña en Collado Mediano lo llaman ‘El Bosquete’. Es un círculo en sombra, al abrigo de un puñado de pinos y encinas, a escasos metros de las vías del tren. Cada mañana, ‘El Bosquete’ es el punto de encuentro del grupo de juego en la naturaleza Saltamontes, la escuela en el bosque pionera en España a la que empiezan a salirle réplicas por distintos puntos del país (Valencia, Asturias o País Vasco) fruto de la ebullición que viven las escuelas alternativas.

Son las 9.45 de un lunes de primavera y entramos, es un decir, a descubrir cómo se educan los niños en esta escuelita infantil a la intemperie. Los padres, según van llegando, cuelgan las coloridas mini mochilas de sus hijos de las ramas más bajas de un pino. Los pequeños despegan en busca de compañeros de juegos, dejando a los adultos tejer distendidas charlas mañaneras. Amagaban lluvias al amanecer, pero a esta hora se abren claros en el cielo. No es que a los presentes parezca importarles demasiado el clima. Haga frío o calor, haya llovido o nevado, estos quince niños entre los 3 y los 6 años saben que pasarán las siguientes cuatro horas sumergidos en el bosque.

La idea de Saltamontes surgió del interés de varias madres de la zona por dar a sus hijos una educación “respetuosa y afectuosa, aprovechando el entorno natural“. Hace cuatro años se hizo realidad persiguiendo un objetivo principal, “que los niños de Saltamontes sean personas más conscientes de sí mismas, conscientes de los demás y del entorno”, explica una de las fundadoras, Katia Hueso.

Las escuelas en el bosque abundan en Alemania, donde hay más de 1.000 homologadas, que dan servicio al 4% de la población infantil. En Escandinavia superan las 200. En España, Saltamontes es la que más tiempo lleva abierta y han seguido su estela Ses Milanes, en Mallorca, y El Bosque Mágico en Valencia. En septiembre abrirá en Cerceda (Madrid) la primera bosquescuela homologada por la Comunidad de Madrid. Al frente de este nuevo proyecto está la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente. En su web explican que combinará el juego libre en la naturaleza con el currículum oficial de educación infantil. Hay más escuelas en el bosque en proyecto en Asturias, Galicia y el País Vasco. Katia Hueso, de Saltamontes, asesora a sus promotores.

Sentados en bancos de madera dispuestos en círculo, la jornada en Saltamontes arranca con un “saludo” ceremonial. Le tocaría a Ambar dar la bienvenida, pero esta morenilla espigada de pelo a tazón no parece estar por la labor. Esconde su timidez en el regazo de su maestra. Se sortea nuevo turno con cantinelas de ‘Teresa la Marquesa’ y el azar se frena en Jimena, de rizos frondosos y chándal rosa chicle. Acompañada a coro canturrea “suenan caracolas, notas de coral, tocan los tambores porque Jimena está”. El son reconoce a todos los presentes. Sin olvidarse de Elsa, la cuidadora de una alumna con parálisis cerebral.

Las faldas del bosque mediterráneo, a mil metros de altitud y a 40 kilómetros de la capital, ofrecen a Saltamontes diversas excursiones. El grupo escoge subir hasta una meseta que llaman “las praderas“. El ritmo del ascenso lo determina la insaciable curiosidad de los pequeños. Cada hendidura en un montículo es un tobogán; los conjunto de rocas, escaleras; Los palos, brazos extensibles, y las flores, objetos del deseo colectivo. Completar un tramo de 400 metros, ladera arriba, lleva más de una hora.

En Alemania hay más de 1.000 escuelas bosque

Instalados en ‘las Praderas‘, los chicos organizan sus juegos de forma libre. Por grupos, en sólidas parejas o en solitario, bajo la atenta mirada de los adultos. En acción, los educadores siguen las pautas fundamentales del proyecto: el trato respetuoso, el entorno natural como espacio de referencia y el juego libre como herramienta de aprendizaje. En Saltamontes han decidido no seguir una filosofía educativa concreta. “Bebemos de muchos autores, pero al final lo que mejor nos funciona, como hemos comprobado, es el sentido común”, explica Hueso.

Unas gemelas morenas reclaman que un mayor juegue con ellas. La educadora las lleva a trepar a un conjunto de rocas monumental con espléndidas vistas al valle donde improvisar un ‘Veo-veo’. A poca distancia, dos muchachos se sienten astronautas. Encaramados a una piedra-nave espacial, uno le propone al otro “¡O nos vamos a los planetas o nos vamos a Pamplona!”.

De las mochilas de los educadores salen cuencos y palas de jardín para improvisar pasteles de tierra en cumpleaños imaginarios. Si una pareja de amigos se interna en lo profundo del bosque, que aquí no hay paredes que pongan límite a las zapatillas, un educador les seguirá y reconducirá a la pradera, completada la misión que los alejó. Al rato, con extender la manta azul en el suelo los pequeños saben que ha llegado la hora del almuerzo. Hacen cola ordenadamente para el lavado y secado de manos. En círculo y conversando sin freno, mordisquean pequeños bocatas de mantequilla y miel y tortitas de arroz. Hablan de autobuses que no funcionan sin gasolina, de hormigas tigre y hombres boa.

Al aire libre de “las praderas” de Collado la mañana da de sí para decenas de saltos, carreras y algún resbalón del que se levantan sin ayuda. También da para un par de arañazos, tatuados por tiritas multicolores, y para una sesión de pinzas que quitan astillas. Borbotean las conversaciones sobre mundos reales e inventados. Hay cuatro lloros, dos empujones con mediación adulta sobre el sentir de las partes. Incontables juegos con hojas, palos, piedras, piñas y bellotas.

 

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